Aconcagua El centinela de piedra Enero 2014

RELATO PUBLICADO EN DIARIO EL CENTRO.


TALCA.- Desde niño soñaba con imaginar cómo sería llegar a la cumbre de la montaña más alta de América Latina y contemplar la inmensidad desde allí. Pese a que en ese entonces el guía de turismo aventura Maximiliano Villar (25), pensaba que era imposible, el talquino cumplió su fantasía de un día para otro. Ya en perspectiva, el aventurero analizó lo que fue y será uno de los hitos más importantes de su vida.

“El solo hecho de pensar en estar ahí arriba, poder tocar las nubes y coger una estrella con la mano se me hacía increíble y mágico en el delirio de niño. La imaginación de tal hazaña quizás fue la génesis de mi pasión por el montañismo”, declaró Maximiliano.


GESTACIÓN
El sueño se concretó una vez que un amigo del guía local lo llamara para hacer un reemplazo a cargo de un grupo de coreanos, para lo cual se hacía necesario trasladarse hasta Mendoza. Lo anterior lo hizo preguntar por qué a la ciudad trasandina y la respuesta era categórica: querían ascender al desafiante Aconcagua.
“El Aconcagua año a año es asediado por miles de montañistas de todo el mundo que buscan  llegar a su cumbre y completar el desafío de las siete cumbres. Dentro de ellas destacan montañas como el Everest en Asia, el Kilimanjaro en África, el Vinson en la Antártica, el McKinley en América del Norte, el Puncak Jaya en Australia y el Monte Elbrús en Europa”, explicó Villar.

LLEGADA
El ingreso al Parque Provincial Aconcagua para embarcarse en la escalada para alcanzar la cúspide tiene un valor que supera los 300 mil pesos chilenos. Podría parecer alto, pero el lugar es una mini ciudad que cuenta con altos estándares de calidad para los montañistas y dispone de todo lo necesario ante cualquier eventualidad.
Equipos médicos especializados, guarda parques, policías, servicios básicos, tiendas, Internet, teléfonos, radios, mulas para carga y un helicóptero para rescates son sólo algunos de los servicios que dispone el lugar.
Maximiliano realizó la aventura junto al guía chileno Miguel Infante y el grupo de clientes coreanos, que en total sumaban ocho personas. El mayor de los turistas tenía 68 años, pese a ello mostraba el mismo entusiasmo que el talquino a horas de cumplir su meta.
ASCENSO
A medida que avanzaban, los chequeos médicos a los clientes de mayor edad comenzaron a comprometer la participación de algunos. Primero fueron dos quienes no pudieron seguir y otro par continuó con medicación para ascender.
A los cinco mil 800 metros el grupo debió dejar a otro miembro por problemas de salud. En cada parada debían estar cerca de un día para que los usuarios se aclimataran a la altura, pero la epopeya comenzó a verse en riesgo al informárseles que habrían ráfagas durante los próximos días de subida.
A tres días de la meta, el grupo se desplazó a los seis mil metros para asentarse. “Sabíamos que el último tramo a la cumbre sería muy largo. Casi mil metros de desnivel significa entre nueve a 12 horas de caminata continua, sometidos al frío, cansancio y al posible viento, era arduo”, contó el amante de este deporte extremo maulino.
Con un nuevo descartado, Maximiliano, Miguel y los cuatro coreanos emprendieron rumbo a la cumbre durante una caminata de varias horas. A 400 metros de la cima, los tosidos con reflejos de náuseas se hacían ver por la falta de oxígeno.
Tras una dura finalización, los últimos metros fueron de agotamiento entremezclado con alivio adormecido por llegar a la meta. “Para mí todo era irreal, estaba a sólo metros de ingresar a la cumbre de la montaña más alta de América. La felicidad era infinita, los demás también lloraban y vibraban de felicidad. Frente a mis ojos estaba la cruz del Aconcagua, mi mirada se perdía en el horizonte, respiraba y vivía el presente, lo había logrado, lo habíamos logrado”, sentenció.


Festejo después de la cumbre

Cumbre Agradeciendo a los Auspiciadores
Agradeciendo al Team Coreano.

REGRESO
Tras un regreso sin complicaciones, el guía maulino agradeció a todos quienes participaron de la experiencia que se marcó a fuego en su memoria. No cabe duda que a su corta edad, Villar cosechará nuevos desafíos en su pasión por la montaña. “Con el pasar del tiempo entendí que detrás de una cumbre siempre hay un reto más alto y complejo. El límite lo pone la imaginación. Todo consiste en cumplir los sueños”, finalizó el talquino y miembro de la cordada de perseverantes (http://cordadaperseverantes.blogspot.com/).



Un descanso antes de continuar nuestro camino
El día a día del campamento 


 Sin duda agradecer a cada uno de los amigos que acompañaron e hicieron posible esta aventura.